viernes, 5 de junio de 2009

ME CAGO EN EL AMOR.


No está nada bien eso de que todo el mundo pasee su amor a todas partes...a veces creo que hay gente a la que de veras le gusta joder. ¿qué necesidad hay de llevar a tu novio a la playa, un día de frío, lluvia y nubes, dónde sólo hay surfistas? Claramente esos dos canallas sólo querían desconcentrarme... Puede que hay personas que para darse cuenta de lo felices que son tengan que demostrárselo primero a los demás.

El otro día, hablando con K., mi mejor amiga, llegamos a esa conclusión psicoanalizando algunas relaciones de amigas y conocidos ( es cierto que una no debe meterse en la vida de los demás, pero ¡carai! ¡que no nos lo pongan tan a huevo...!)

una amiga de toda la vida, llamémosla U., se ha puesto a salir con un chico que conocí éste año y con el que tengo mucha relación. La coña empezó cómo un intercambio de favores: yo se la conseguía y él me "regalaba" a un amigo suyo (¡maldita la hora...!).

Nuestra relación es sumamente estrecha; desde un principio nos hemos contado absolutamente todo sin tapujos, incluyendo lo que pensamos el uno del otro. Yo le he reconocido ser una gran zorra y él ha admitido dárselas de don Juan para engatusarlas, usarlas, malfollarlas y pasar a la siguiente. Un día de confesiones y tequila nos enrollamos. Al día siguiente, también. De aquella yo tenía muy claro que ni harta de vino me iba a poner con un tío así, y cómo me apetecía tener a alguien con quien pudiera ser yo misma, nos hicimos íntimos. Nos dimos un par de besos más, pero sólo eso... No me gusta la violencia, y hay una gran diferencia entre pasión y sadomasoquismo; a mí personalmente no me gusta que me peguen. Y follar con alguien que parece te quiera matar no es lo que más me pone en este mundo...

Bueno, continúo. Poco a poco fuimos haciéndonos pequeños "obsequios sexuales" con lo que divertirnos en nuestras largas noches de soledad. En un principio eran conocidos, colegas, gente lejana a nosotros. Pero cuánto más sabíamos de nuestro círculo más cercano de amigos, más queríamos conocerlos. Puede que fuera un juego absurdo o una competición, pero, una noche, pasó.

Fue un nueve de enero de éste año; subí a su habitación borracha como una cuba (bastante común por estas fechas) y me llevé conmigo a una amiga que había venido a visitarme esa semana. Tras haber tratado todo para que se viniera de fiesta y haber desistido, sonó el timbre y ÉL y X. aparecieron en la puerta. Salimos con ellos dos por ahí de fiesta. Y ÉL y yo nos quedamos... ¿pillados? El resumen de ese día fue mi profunda abrumación por ÉL y la carga de tener que hacerle un regalo al otro para devolverle el favor: "las cosas no son gratis", dijo sonriendo. Y prometí conseguirle una su medida.

Ya me lo decía mi madre, el amor no siempre es bueno: es un capricho del diablo que te hace perder la cabeza, y al final duele. Apareció U. por sorpresa cuatro meses después y se la puse en bandeja. Él me dejó vivir en paz con mi amado y todos felices.

El problema empezó el día en que yo empecé a odiar el amor, porque ellos siempre están ahí. Son cómo un pequeño Pepito Grillo que todo y lo fantástico que es lo que te estás perdiendo... lo único que me consuela es que K. también los está odiando. No son celos... Yo nunca estaría celosa de alguien así, no es mi tipo. ¡Es rabia! Es todo tan injusto...

Ellos nos persiguen a cada recóndita esquina de la ciudad, y nosotras huimos más lejos.

Ellos aparecen cuándo estamos de borrachera para tocarse tocarse públicamente las ingles con pasión; nosotras nos mosqueamos y nos marchamos de nuevo.

Ellos vienen a la playa a estar tumbados en la arena, abrazaditos, diciéndose lo genial que es vivir, y ¿nosotras? admitimos que no somos de piedra.

¿Por qué tienen que mostrarnos esa vida tan rosa, pastelosa, babosa y cursi, en la que todo es sexo, paz y alegría? A veces soy mala. Cruel hasta la médula. Me imagino cómo reaccionará ella cuándo compruebe que no es ningún santo, o él cuándo ella lo mande a la mierda... me apetece verlos pelearse, que se dejen, que se odien, que estén igual de reacios al amor de lo que lo estoy yo. Y si eso no es posible que sufran las inquietudes que trae el amor: que teman no verse, que engorden de felicidad y se rebajen a niveles infrahumanos el uno por el otro; que conozcan a sus amigos y se lleven mal. Que el sexo empeore y ya no se atraigan, que los adorables defectos se sientan insoportables, que se vean hasta cagando. Que a él no le funciones su pene y a ella no le venga la regla, y acaben viendo porno para reestablecer una relación satisfactoria. Y que todo sea en vano. Que sientan que todo se acaba, y venga alguien a mostrarlos que tiene más suerte que ellos.

No soporto que me muestren más esa felicidad si no puedo tenerla aquí y ahora, durmiendo junto a mí o liándose un porro, sonriendo con cara de tonto o mordiéndome la nalga. Diciéndome lo fantástico que es el mundo desde que estamos juntos. No quiero saber nada más si no me la pueden dar, o arreglar, o volver atrás en el tiempo para hacer las cosas mejor.

Sólo me apetece escuchar Tonino Carotone y gritar cómo una loca por la ventana a todas esas parejas felices que comparten helados. Que sepan que son patéticos y que pronto todo acabará. Que sepan que todo lo que ven ahora es un espejismo, una ensoñación de nuestro cerebro, una sobrecarga de hormonas. Que se den cuenta que el amor es sólo un mecanismo para perpetuar la especie.

Hoy, ME CAGO EN EL AMOR.

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