martes, 27 de julio de 2010

hogar, dulce hogar.

He vuelto a casa, y lo único que encuentro es que estoy en "tierra de nadie".
No sé, trato de disimular esa decepción que siento cada vez que revivo que quizá no todo era tan perfecto aquí, ni los recuerdos felices tan felices, ni el amor que le tenía a ésta gente tan fuerte.
Me siento decepcionada. Creí que estaría por fin refugiada de mis miedos, hogar dulce hogar.
Pero sólo estoy más atada, más acorralada y angustiada, y mis miedos se verbalizan en labios de otras personas en forma de pregunta. Y no tengo la moral, el día ni la paciencia para mentir, y todo se desmorona.
Puede que ya en casa no me quieran, tampoco. No puedo esconder mi frustración.
Creí que vivir de nuevo el amor, los lazos que antes me unían a este mundo, el que era mi mundo, me traería un poco de paz. Pero sólo me deja creer que debí volar más lejos, más rápido y más pronto, porque aquí, aunque parezca imposible, no saben absolutamente nada de mí. Y yo, oh pobre diabla, ya no puedo verbalizar lo que siento. No puedo explicar el porqué de la angustia que me oprime, que a veces me deja sin respiración. No puedo seguir explicando cosas a oídos sordos.
Y no puedo rechazar la invitación a irme de un lugar ahora desconocido para mi corazón.