miércoles, 8 de septiembre de 2010

magnetizada.

Helada. Sorprendida. Asustada. Calor-frío. Sonrojada. Emocionada. Triste y feliz. Asustada otra vez. Asombrada. Borracha y enfadada. Desilusionada. Despechada y desdichada. Melancólica. Enamorada y borracha. Triste. Mayor y vieja. Pesada. Insoportable. Calor-frío-calor-frío. Atontada. Muy muy triste, y más melancólica que nunca. Contenta y subidón. Cosas raras en el estómago. Emocionada y lágrimas. Muchas lágrimas felices. Recuerdos...
Y tú apareciendo en tu coche, para venir a rescatarme de mi yo interior, que me asfixia y me agota con todo el boom de energía que siempre tiene que estar presente, cuando tú apareces claro. Y que sólo tú puedes frenar, apaciguar y hasta hacer mágico.
Sólo tú, con tu presencia mística, necesaria, con tus manos y tus brazos, que me cogen y me protegen de todo, como si encogiera y mi mundo se redujera a tu cuerpo, puedes hacerme feliz.
Porque aunque seamos complicados, diferentes, tozudos y orgullosos, eres la única fuente de felicidad de mi vida. A penas apreciable, pero necesaria.

Querías saber porqué te sigo queriendo, después de seis años.
Querías saber si soy para siempre, aunque estemos en países diferentes, épocas diferentes y situaciones enemigas. Aunque no podamos estar juntos.
Pues bien: ojalá estos 3000 km supusieran un obstáculo para mi amor, y no me magnetizara hacia a ti cómo lo hace. Porque sólo cuento los meses para verte.

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